Las interacciones entre el intestino y el cerebro, también conocidas como eje intestino-cerebro, representan un campo de investigación muy interesante de la medicina moderna. Conecta el sistema nervioso central (SNC) con el sistema nervioso entérico (SNE). El eje intestino-cerebro desempeña un papel importante en la regulación de los procesos metabólicos, la respuesta inmunitaria e incluso la salud mental.
Cuesta creerlo, pero mientras que el cerebro posee unos 86 mil millones de neuronas, el intestino, con su sistema nervioso entérico (SNE), compuesto por unos 100 millones de células nerviosas, es igual de complejo. Este sistema nervioso actúa en gran medida de forma autónoma, controla la digestión, procesa señales y media reflejos. Sin embargo, también interactúa continuamente con el sistema nervioso central (SNC), lo que subraya la importancia del intestino como "segundo cerebro" unterstreicht.
Además de la densidad neuronal, el SNE está estrechamente conectado con el SNC a través de mensajeros químicos, impulsos eléctricos y células inmunitarias. Estas redes no solo influyen en los procesos fisiológicos, sino también en los estados emocionales y las funciones cognitivas. Por lo tanto, es un campo de investigación muy apasionante, que ya está mucho mejor estudiado de lo que lo estaba hace diez años. Sin embargo, todavía se considera en gran medida una “caja negra” y aún nos esperan muchos otros hallazgos apasionantes de la investigación de esta conexión, que tienen el potencial de transformar tanto la medicina básica como los enfoques terapéuticos.
¿Qué componentes desempeñan un papel en el eje intestino-cerebro?
Al principio, este resumen pretende darte una idea de qué componentes de nuestro cuerpo están relacionados en el eje intestino-cerebro y, por lo tanto, también se influyen mutuamente. De este modo se forma toda una orquesta de procesos que interactúan aquí y, si uno no sigue el compás, puede afectar a toda la pieza. Más adelante en el texto entraremos en mayor detalle sobre cada uno de los protagonistas.
Comunicación neuronal
- El nervio vago es la conexión directa más importante entre el intestino y el cerebro. Transmite señales en ambas direcciones e influye, entre otras cosas, en la digestión, las emociones y el nivel de estrés.
- El sistema nervioso entérico, también llamado “cerebro intestinal”, regula de forma autónoma muchas funciones del tracto gastrointestinal.
Microbioma y metabolitos
- Los billones de microorganismos en el intestino (microbioma) producen neurotransmisores como serotonina, dopamina y GABA, que pueden influir directamente en el cerebro.
- Los ácidos grasos de cadena corta como el butirato, el propionato y el acetato tienen efectos inmunomoduladores y neuroprotectores.
Comunicación endocrina (hormonal)
- El intestino produce hormonas como la grelina, la leptina y el péptido YY, que influyen en el apetito, el estado de ánimo y el metabolismo.
- El eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (eje HPA) responde al estrés y puede verse influido por inflamaciones o por disbiosis intestinal.
Interacción inmunológica
- El intestino está equipado con aproximadamente el 70 % del sistema inmunitario.
- Una barrera intestinal alterada (intestino permeable) puede desencadenar procesos inflamatorios que están relacionados con enfermedades neurológicas y psicológicas.

El nervio vago como conexión principal
El nervio vago es el nervio más largo y quizá el más importante de nuestro sistema nervioso autónomo. Conecta el cerebro con casi todos los órganos vitales, desde el corazón y los pulmones hasta el intestino.Antiguamente, el nervio vago se investigaba principalmente en neurología y cardiología, pero hoy en día cada vez está más claro que no solo es responsable del control de los órganos, sino que también influye en nuestro estado de ánimo, nuestro sistema inmunitario e incluso en las inflamaciones crónicas. No es de extrañar, entonces, que el nervio vago esté ganando una enorme atención, tanto en la ciencia como en los medios de comunicación.
¿Cómo influye el nervio vago en el intestino?
El nervio vago es la vía de comunicación directa entre el intestino y el cerebro. Sus fibras transportan el 80 % de las señales desde el intestino hacia el cerebro, y solo el 20 % en la otra dirección. Esto demuestra hasta qué punto el cerebro se ve influido por la información procedente del tracto digestivo. Diese Signale regulieren zahlreiche Prozesse:
Digestión y movimiento intestinal
El nervio vago controla la motilidad intestinal regulando la peristalsis (las contracciones rítmicas del intestino). Si está debilitado, puede provocar problemas digestivos como estreñimiento, flatulencias o incluso síndrome del intestino irritable (SII, enfermedad inflamatoria intestinal).
Efecto antiinflamatorio y sistema inmunitario
Activa el reflejo colinérgico antiinflamatorio, un sistema de protección propio del organismo contra las inflamaciones. Si este mecanismo se altera, pueden desarrollarse inflamaciones crónicas que desempeñan un papel en la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa o las enfermedades autoinmunes.
Influencia en el estado de ánimo y el sistema nervioso
El nervio vago influye en la producción de neurotransmisores como serotonina, dopamina y GABA, que son importantes para nuestro estado de ánimo y rendimiento mental. Una actividad vagal alterada se asocia con depresión, trastornos de ansiedad e incluso enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson.
Comunicación con el microbioma
Las bacterias intestinales producen sustancias que se transmiten al cerebro a través del nervio vago. Una disbiosis (desequilibrio en la microbiota) puede, a través de este mecanismo, provocar trastornos cognitivos y emocionales. La disbiosis también es una de las 12 características del envejecimiento.
El entrenamiento TENS también es una variante de la neuromodulación que funciona de manera similar a la estimulación del nervio vago. Sin embargo, en la estimulación del nervio vago, los electrodos se colocan más bien en la oreja, el cuello o la muñeca.
¿Cómo se puede estimular el nervio vago?
Dado que el nervio vago está tan profundamente implicado en muchos procesos corporales, la investigación se ha ocupado intensamente de posibles formas de terapia. Algunas de ellas ya están oficialmente aprobadas o se están probando clínicamente. Este campo también se resume bajo el término neuromodulación, sobre la cual ya hemos escrito un artículo propio.
Estimulación del nervio vago (ENV) – Activación eléctrica del nervio
La estimulación del nervio vago (ENV) es una terapia aprobada médicamente.En este proceso, el nervio se estimula mediante impulsos eléctricos, ya sea a través de un dispositivo implantado o mediante un método no invasivo (por ejemplo, en la región de la oreja). Esta terapia se utiliza para:
- Epilepsia
- Depresiones resistentes al tratamiento
- Cefaleas en racimos
- (Investigado para) síndrome del intestino irritable & inflamaciones crónicas
Terapia polivagal (Teoría polivagal de Stephen Porges)
Centrada en la activación del “vago ventral” para la reducción de la ansiedad, el trauma y los trastornos digestivos. Angewandte Técnicas son ejercicios de respiración, meditación, ejercicios corporales y puntos de presión.
Métodos naturales para la estimulación del nervio vago
- Respiración profunda: exhalar durante más tiempo activa el nervio parasimpático.
- Exposición al frío: las duchas alternas o los baños de agua helada aumentan la actividad del nervio vago. Sobre todo el deportista extremo Wim Hof ha hecho muy conocida esta práctica y ha escrito varios libros sobre ella.
- Cantar, tararear, hacer gárgaras: activa el nervio vago a través de la laringe.
¿Por qué el nervio vago está ahora tan presente en los medios de comunicación?
Actualmente, el nervio vago está en boca de todos, tanto en la investigación científica como en la prensa. Las razones de ello son diversas:
- Aumento de las enfermedades relacionadas con el estrés: El estrés crónico y el burnout están aumentando en todo el mundo, y el nervio vago ofrece una forma natural de calmar el sistema nervioso.
- Nuevos hallazgos para el tratamiento de inflamaciones crónicas: Los estudios muestran que una baja actividad vagal está asociada a inflamaciones silenciosas (low-grade inflammation, o inflammaging), que desempeñan un papel en las enfermedades autoinmunes, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
- Tendencia en la autooptimización & biohacking-escena: El nervio vago es celebrado como un “supernervio”, y métodos como técnicas de respiración, baños de agua fría y una alimentación y ejercicios que activan el nervio vago se han convertido en tendencias populares.
El papel del microbioma intestinal
El microbioma intestinal como actor clave del eje intestino-cerebro
El microbioma intestinal, los billones de bacterias, virus y hongos que viven en nuestro intestino, tiene una influencia directa en la comunicación entre el intestino y el cerebro. Estos microorganismos producen una gran variedad de neurotransmisores, hormonas y metabolitos, que se comunican con el cerebro a través del nervio vago, el sistema inmunitario y el sistema endocrino.
Una microbiota sana favorece el bienestar mental, mientras que una disbiosis se asocia con trastornos psicológicos y neurológicos, por lo que puede afectar al estado de ánimo, al nivel de estrés e incluso a la concentración. El sobrecrecimiento de microorganismos patógenos como la cándida o el SIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado) también conduce con frecuencia a síntomas como hinchazón, diarrea y carencias de nutrientes. ¿Qué sustancias se producen en el intestino, en qué influyen y qué bacterias desempeñan un papel especial en ello? Ahora analizaremos estas cuestiones con más detalle.
¿Qué sustancias produce el microbioma que participan en la comunicación intestino-cerebro?
La comunicación entre el intestino y el cerebro se produce a través de tres mecanismos principales:
1) Producción de neurotransmisores y neuromoduladores
Ciertas bacterias intestinales producen directamente neurotransmisores, que desempeñan un papel central en nuestro estado de ánimo, la cognición y la motilidad intestinal. Entre ellos se incluyen:
Serotonina (5-HT) – “hormona de la felicidad”
- El 90 % de la serotonina del cuerpo es producida por células enteroendocrinas en el intestino, reguladas por bacterias intestinales.
- Bacterias productoras: Escherichia coli, Enterococcus, Streptococcus, Lactobacillus y Bifidobacterium.
- Función: Regula el estado de ánimo, el sueño, el apetito y el movimiento intestinal.
- Efectos de la disbiosis: Una deficiencia de serotonina puede estar relacionada con depresión, trastornos de ansiedad y síndrome del intestino irritable (SII).
Dopamina – «hormona de la motivación»
- Producida por Bacillus spp. y Escherichia coli.
- Función: Influye en la motivación, el sistema de recompensa y el control motor.
- Efectos de la disbiosis: La falta de dopamina está asociada con el párkinson, la depresión y el TDAH.
GABA: la “hormona de la relajación”
- Producido por Lactobacillus y Bifidobacterium.
- Función: Actúa de forma inhibidora sobre el sistema nervioso, reduce el estrés y la ansiedad.
- Efectos de la disbiosis: Un nivel bajo de GABA se asocia con trastornos de ansiedad y depresión.
Acetilcolina: la “hormona del aprendizaje y la memoria”
- Producido por Lactobacillus spp.
- Función: Favorece los procesos de memoria y regula el sistema nervioso autónomo.
2) Producción de ácidos grasos de cadena corta
Los ácidos grasos de cadena corta son importantes productos metabólicos del microbioma que tienen una influencia directa en el cerebro.
Butirato (producido por Faecalibacterium prausnitzii, Roseburia y Eubacterium rectale). Tiene efecto antiinflamatorio, protege la barrera intestinal y favorece la producción del factor de crecimiento cerebral BDNF (importante para el aprendizaje & la memoria).
Propionato &y acetato influyen en el metabolismo energético en el cerebro.
3) Modulación del sistema inmunitario y de las reacciones inflamatorias
El microbioma regula el sistema inmunitario a través de ciertas sustancias y afecta la barrera hematoencefálica así como los procesos inflamatorios:
Lipopolisacáridos (LPS) (de bacterias gramnegativas como Enterobacter y Escherichia coli)
- Pueden dañar la barrera intestinal (“intestino permeable”) y desencadenar inflamación en todo el cuerpo.
- Efectos de la disbiosis: Las inflamaciones crónicas causadas por LPS se asocian con depresión, trastornos de ansiedad, párkinson y alzhéimer.
Metabolitos del triptófano (p. ej., indol, quinurenina)
- Determinar si el triptófano se degrada hacia serotonina (bueno) o hacia quinureninas neurotóxicas (malo).
- Un metabolismo desequilibrado del triptófano se asocia con trastornos del sueño, depresión y deterioro cognitivo

Hormonas y neurotransmisores: el lenguaje bioquímico del intestino
El intestino es un órgano endocrino central y produce una gran variedad de hormonas que no solo regulan la digestión, sino que también influyen en el hambre, la saciedad, el metabolismo e incluso el estado de ánimo. A través del eje intestino-cerebro, estas hormonas se comunican directamente con el cerebro e influyen en nuestro comportamiento, así como en los procesos fisiológicos de todo el cuerpo.
Hormonas del hambre y la saciedad
El intestino desempeña un papel decisivo en la regulación del apetito:
Grelina: la hormona del hambre
- Producida en el estómago y el intestino delgado, la grelina aumenta el apetito al señalar al cerebro que es hora de comer.
- Su nivel aumenta antes de una comida y disminuye después de la ingesta de alimentos.
Péptido YY (PYY): la hormona de la saciedad
- Se libera en el intestino delgado inferior y en el intestino grueso superior y le indica al cerebro que se ha ingerido suficiente alimento.
- Inhibe el vaciamiento gástrico y reduce la sensación de hambre.
Péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1): el regulador del metabolismo
- Favorece la liberación de insulina e inhibe la liberación de glucagón, lo que reduce el nivel de azúcar en sangre.
- Retrasa el vaciamiento gástrico y garantiza así una sensación de saciedad más duradera.
- Debido a su efecto, el GLP-1 es un componente clave de los medicamentos modernos para el tratamiento de la diabetes, la obesidad y la resistencia a la insulina.
Colecistoquinina (CCK): la ayudante de la digestión
- La CCK se produce en las células I del intestino delgado y desempeña una doble función: estimula la liberación de enzimas digestivas del páncreas y, al mismo tiempo, favorece la sensación de saciedad.
Hormonas reguladoras de la digestión
Además de controlar el apetito, el intestino también regula numerosos procesos digestivos:
Gastrina estimula la producción de ácido gástrico para favorecer la digestión de las proteínas.
Secretina se libera en el intestino delgado al entrar en contacto con el contenido gástrico ácido y garantiza que el páncreas produzca bicarbonato para neutralizar el ácido gástrico.
Motilina regula los llamados Complejos Motores Migratorios (MMC), contracciones rítmicas que tienen lugar entre las comidas y limpian el intestino. Esta función es actualmente un foco importante de la investigación y desempeña un papel especial en la disbiosis y el síndrome del intestino irritable.
Hormonas neuroactivas
La estrecha conexión entre el intestino y el cerebro está mediada por una serie de hormonas neuroactivas:
Serotonina: la hormona de la felicidad
- Aproximadamente el 90 % de toda la serotonina no se produce en el cerebro, sino en el intestino.
- Controla la motilidad intestinal, pero también influye en el sistema nervioso central y, por tanto, en el estado de ánimo.
- Una producción alterada de serotonina se asocia con el síndrome del intestino irritable, la depresión y los trastornos de ansiedad.
Cortisol (indirectamente influenciado por las bacterias intestinales)
- Aunque Cortisol se produce en las glándulas suprarrenales, el microbioma intestinal controla indirectamente la respuesta al estrés a través del eje HPA, los neurotransmisores y el sistema inmunitario. Una flora intestinal sana puede ayudar a amortiguar los picos de cortisol, reducir la inflamación y aumentar la resistencia al estrés, una clave importante para el equilibrio mental y físico.
El sistema inmunitario y la comunicación entre el intestino y el cerebro
Aproximadamente el 70 % de todas las células inmunitarias se encuentran en el intestino, donde trabajan en una interacción altamente sensible con el microbioma. Si este equilibrio se altera, puede tener consecuencias fatales: las sustancias inflamatorias del intestino pasan a la sangre y afectan directamente al cerebro
Pero ¿cómo influye exactamente el sistema inmunitario en el eje intestino-cerebro? ¿Y cómo se pueden reducir específicamente las inflamaciones para proteger no solo el intestino, sino también el cerebro?
La barrera intestinal: tu defensa inmunitaria en primera línea
La mucosa intestinal es la primera capa de protección contra los intrusos no deseados. Ella decide qué sustancias pueden pasar a la sangre.
Tight Junctions son diminutas proteínas que mantienen unidas las células intestinales como una barrera, pero en caso de inflamación o disbiosis pueden volverse permeables.
“Leaky Gut” (intestino permeable) se produce cuando toxinas, partículas de alimentos no digeridos o componentes bacterianos (p. ej. lipopolisacáridos, LPS) atraviesan la pared intestinal y llegan a la sangre, desencadenando una reacción inmunitaria.
Las inflamaciones como una amenaza silenciosa para el cerebro
Si el sistema inmunitario se desequilibra, libera citocinas proinflamatorias:
- Interleucina-6
- Factor de necrosis tumoral alfa
- Interleucina-1β
Estos mensajeros químicos pueden entrar en el torrente sanguíneo y desencadenar inflamaciones en el cerebro. Los niveles crónicamente elevados de citocinas están directamente relacionados con la depresión, los trastornos de ansiedad, el Alzheimer y el Parkinson.
La barrera hematoencefálica: cuando el sistema inmunitario ataca al cerebro
La barrera hematoencefálica (BHE) protege el cerebro de las sustancias nocivas, pero una respuesta inmunitaria alterada puede volverla más permeable.Las células inmunitarias y las sustancias inflamatorias pueden penetrar en el cerebro y dañar allí las neuronas. Se sospecha que esto participa en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y la esclerosis múltiple (EM).

¿Cómo puedes calmar tu sistema inmunitario a través del intestino?
Cuando una respuesta inmunitaria hiperactiva ataca al cerebro, la mejor estrategia consiste en devolver el sistema inmunitario al equilibrio mediante una flora intestinal estable y medidas antiinflamatorias.
Fortalecer la barrera intestinal
Fibra (prebióticos) procedente de verduras, legumbres y cereales integrales favorece las bacterias intestinales saludables y protege la mucosa intestinal. Glutamina & zinc reparan las uniones estrechas dañadas y reducen la permeabilidad intestinal.
Reducir las reacciones inflamatorias
Ácidos grasos omega-3 (pescado, linaza, algas) tienen un fuerte efecto antiinflamatorio. Polifenoles – un subgrupo de compuestos vegetales secundarios (bayas, té verde, cúrcuma, chocolate negro) reducen la producción de IL-6 y TNF-α.
Los probióticos & los alimentos fermentados (chucrut, yogur, kimchi) favorecen las bacterias intestinales antiinflamatorias.
Inmunomodulación a través del nervio vago
Ejercicios de respiración, meditación y exposición al frío activan el “reflejo colinérgico antiinflamatorio”, que reduce sistemáticamente las inflamaciones. El nervio vago regula la liberación de mensajeros antiinflamatorios y actúa directamente sobre el sistema inmunitario.
Conclusión - Eje intestino-cerebro
El eje intestino-cerebro es un campo de investigación fascinante que va mucho más allá de la digestión: influye en nuestro sistema inmunitario, nuestro estado de ánimo y el rendimiento mental. Nuevos hallazgos sobre el microbioma y enfoques innovadores como la nutrición personalizada y la estimulación del nervio vago podrían abrir en el futuro nuevas vías para promover la salud.
Sin embargo, todavía hay muchas cosas que no están claras y la ciencia se encuentra aún relativamente al principio cuando se trata de comprender por completo los complejos mecanismos. Lo que ya está claro: un intestino sano contribuye mucho más al bienestar de lo que se había supuesto durante mucho tiempo, y podría ser la clave para nuevas posibilidades de prevención y terapia.